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y las noticias son...

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martes, 7 de septiembre de 2010

la puerta secreta


Cuando yo era un niño, vivía en el barrio más humilde y considerado de los peores de mi ciudad. Tenía un buen vecino, se llamaba Frank; él vivía feliz con sus tíos, aunque sus padres habían muerto hacía varios años. Era un muchacho genial y saludaba a todos, también era muy servicial, pero sobre todo, siempre tenía marcada esa sonrisa indescriptible en su cara. Yo pensaba que solo era un chico que trataba de disimular la tristeza que llevaba en su corazón, pero en realidad lo único que yo deseaba, era ser tan feliz como él.
Todos los días miraba mis pantalones, mi camisa, los zapatos y me decía a mi mismo: “¡Estos viejos pantalones, ya tan rotos y... ¡Huy! esas horribles camisas que parecen trapos para limpiar grasa de auto, y... ¡Hay!, estos zapatos, que… me acuerdo cuando eran blancos, ahora de lo puro pelados, parecen grises. Mi padre era un reciclador que con la poca plata que se ganaba diariamente, compraba unos panes muy baratos, uno para cada uno de sus hijos. Eran horribles, tanto que me costaba trabajo digerirlos. Mi mamá vivía también con nosotros; era el ama de casa perfecta.
Un día cualquiera Frank me invito a su casa; yo, acepté de mala gana. Al comienzo, sólo saludé a sus tíos, y Frank trataba de hablarme pero yo lo ignoraba. Entonces Frank se paró de la silla en la que estaba sentado y me dijo: “He sabido que tú piensas que esta pobreza es triste, que nadie la arreglara excepto Dios, y tienes toda la razón, pero por ahora, tengo algo que se parece mucho a eso con lo que tu sueñas”. Yo pensé que me mostraría un juguete muy valioso, pero en ese momento me dijo. “Mis padres murieron cuando yo era muy pequeño y me dejaron un valioso regalo. Eres la primera persona que va a poder ver que se esconde detrás de ese regalo”
Algo sorprendido le contesté: “No te entiendo”. Entonces me llevó al patio de su casa y sin poder observar nada mas allí, me mostró una puerta muy antigua, pero muy hermosa. No encajaba en el lugar. Fue entonces cuando me contó la gran hazaña de sus padres, cuando en medio de una inundación lograron desprender la puerta de su quicio y subir a Frank sobre ella para salvar a su hijo junto con la puerta. Pensé que al abrirla encontraría el cuarto trasero de la casa, y sin dudarlo abrí la puerta. Pero no hallé el cuarto oscuro y húmedo que suponía encontrar. Vi algo sorprendente e impactante: Era un hermoso paraíso con inmensidad de pastos verde, ríos y cascadas y muchos animales mansos y salvajes pero todos juntos, y no se veía algo construido con cemento. Todo lo que apreciaba mi vista era naturaleza. Lo único que Frank pudo decirme quizá al ver mi sorpresa fué : “Pasa sin temor, los leones y animales todos son lindos y pacíficos, no te harán daño”. Me quedé un cuarto de día jugando feliz con Frank en las montañas y cascadas con los leones, las focas, las mariposas ….., y terminé el día muy cansado. Me quedé desde las 4:45 P.M hasta las 12:00 P.M. Finalmente mirando las estrellas, pensaba en todo lo que haríamos Frank y yo en este paraíso. Pero en este sueño hecho realidad pensé en mis padres y corrí hacia la puerta que ahora se alcazaba a observar pero a gran distancia. Guiado por La luz de la luna y Frank tras de mí, llegamos hasta ella. Cuando la abrí era de día, los tíos de Frank no habían llegado, y todo era normal, parecía que el tiempo no hubiera transcurrido. Frank sofocado después de la larga carrera me dijo: “Tranquilo, en el mundo de la puerta un día solo es media hora del mundo de fuera”.
Al otro día fuimos después de la escuela que terminaba casi cuando ya era de noche; cuando… ¡Que sorpresa! La puerta no estaba! Cubriendo el lugar había una gran piedra con una inscripción que decía: “A la gente debéis decir, pues ya este secreto mucho tiempo en la oscuridad ha estado, y este enigma al mundo no has dado, pues durante muchos años este misterio en la sombra ha quedado. La puerta le será rebelada al que tenga lo que los niños tienen y que pocos adultos poseen”. En ese momento Frank empezó a recriminarse a sí mismo por haber sido tan egoísta y no permitir a nadie más disfrutar de su paraíso. Yo le di las gracias por compartirlo conmigo y pusimos en marcha un plan veloz para difundir la noticia y tomamos en cuenta algo que decía mi padre: “La forma más fácil de regar una noticia es contándola a las mujeres y a los niños”
Así entonces, primero fuimos al colegio y les contamos a todos. Casi todos vinieron excepto los profesores. Corriendo atravesamos la casa hasta llegar al patio y les abrimos la puerta. Todos quedaron atónitos y nosotros más al ver que la piedra se había quitado; mis compañeros se quedaron allá jugando hasta el cansancio y disfrutando del tiempo que no transcurría. Después fuimos a los demás colegios del barrio y todos entraban y salían sin menor problema. Después de haber recorrido casi todos los colegios del barrio Frank me dijo: “Ahora tratemos de convencer a los directivos”. Hubiese sido muy difícil, sin la ayuda de los chicos del colegio quienes si afirmado haber visto un mundo de fantasía y además, Paula, la profesora de español, quien animó a los demás a venir.
Cuando llegaron ¡Que sorpresa! Todos decían ¿Dónde está esa supuesta puerta de la que nos hablaron? Frank decía molesto: “¡¿Cómo es que no la ven?! Vamos llamemos a un chico que vaya pasando por la calle”. Corrió hasta allá y llamó a un vecino como de ocho años de nombre Erick. Lo tomó del brazo y corriendo lo trajo hasta la puerta y le dijo: “¿Que ves?”; él dijo muy calmado: “Una puerta viejísima”. Los directivos se fueron todos diciéndonos molestos que fue una pésima broma, excepto una: La profe Paula que nos dijo: “Pues… yo la veo pero solo como una sombra, algo así como pintada con tiza. Lo único real que veo es la manija”. Yo le pedí que halara la manija. Y algo incrédula la haló lentamente. Sin atreverse a entrar y con una inmensa sonrisa: ¡Que genial, debo estar soñando! ¿Puedo pasar?
Era la primera persona adulta que lograba entrar. Nos preguntamos por qué los demás profesores y directivos no habían visto la puerta. Después de pensar mucho y preguntarnos que tienen los niños pero no los adultos, concluimos que podrían ser muchas cosas. Frank decía que la imaginación, yo decía que la alegría; luego el afirmaba que la sinceridad, pero yo decía que la sencillez. Y parecía un juego de nunca acabar.
Con el tiempo el secreto se difundió. Algunos decían que veían la puerta otros no, o que estaba pintada con tiza borrosamente. La casa de Frank ya no pudo ser su casa. Ahora era de todo el mundo. Gracias a los medios de comunicación empezó a llegar gente de todos los extremos de la tierra. Así que con el paso de los años muchos lograban entrar. Había espacio para todos y quizá muchos nunca quisieron salir. Otros se iban sin poder entrar pero volvían, hasta que lo lograban, probablemente cuando volvían con eso que tienen los niños. Hasta venían científicos para estudiar la puerta, pero lo único que decían era: “¿Dónde está la puerta?”, Nosotros decíamos riéndonos: “¡¿No la ven?!”, y se iban molestos creyendo que era un mito urbano. Muchos otros nunca lograron verla y muchos menos entrar.
Hoy Frank y yo ya somos adultos, pero igual seguimos siendo niños, como todos los que permanecemos aquí. Tenemos un mundo lleno gente de buenos sentimientos y pensamientos; alegres, sanos y sobre todo…muy felices. Hasta ahora esta puerta no se ha cerrado. Me pregunto si llegará ese día. Entonces preferiría que te apresuraras a entrar en ella. Por mi parte, no quiero volver a salir de aquí.


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